
Utilidades Prácticas de la Tomografía en la Clínica de Pequeños Animales I (Cabeza y Mandíbula)
Introducción y objetivo:
La TC es la modalidad de diagnóstico por imágenes que, mediante el uso de rayos X, permite la obtención de cortes transversales del sector corporal examinado.
Las mejoras tecnológicas en este campo han llevado al desarrollo de la TC helicoidal y la consiguiente adquisición de cortes de escaso grosor (0,6 mm) en un tiempo ínfimo.
Por su parte el sofware informático del que disponen los equipos facilita el tratamiento de las imágenes obtenidas y hace posible su reconstrucción en distintos planos e incluso, en 3D. Estas características dan por resultado imágenes diagnósticas de alta calidad y precisión en un corto tiempo.
Este método es de elección para la detección de patologías óseas, pulmonares, abdominales y, gracias a la inyección de contraste intravenoso, de muchas afecciones vasculares. Asimismo, es útil para el estudio de la mayoría de las patologías que afectan el sistema nervioso.
En medicina humana, se emplea con frecuencia en situaciones de urgencia, ya que proporciona información relevante sin resultar invasiva. Esta particularidad es especialmente importante en la práctica veterinaria, ya que reduce la necesidad de manipulación de los pacientes en estado crítico, a diferencia de la radiografía básica y la ecografía.
Incluso, debido a la velocidad de la técnica, en muchas ocasiones el estudio se puede realizar únicamente con una leve sedación o sujeción mínima, sin anestesia, a diferencia de la resonancia magnética que requiere una inmovilización prolongada, que vuelve imprescindible la anestesia general.
A pesar de esto, la mayoría de los veterinarios aún desconocen las ventajas que puede tener la TC en la práctica diaria. Su correcto uso proporcionaría al especialista un mejor diagnóstico y evitaría pruebas que son menos precisas, más invasivas y arriesgadas porque requieren anestesia prolongada. Con ello, se abaratarían los costos y se obtendría un mejor detalle del problema, lo que a su vez permitiría la rápida instauración de tratamientos más adecuados.
El objetivo del presente artículo es repasar las principales aplicaciones de la TC, con ejemplos prácticos de cada una de ellas. De este modo se pretende difundir la utilidad y la versatilidad de esta herramienta de diagnóstico que hoy en día está al alcance de un número cada vez mayor de veterinarios.
APLICACIONES DEL TC EN PEQUEÑOS ANIMALES
Cabeza y mandíbula:
La TC es uno de los pocos métodos útiles para el diagnóstico de la mayoría de las patologías que comprometen la cabeza y la mandíbula, como las fracturas craneanas (figs 1 y 2) y mandibulares, o las afecciones de la articulación temporomandibular (fig 3). Las radiografías convencionales arrojan resultados pobres y confusos que impiden un diagnóstico certero y global, en cambio, la TC ofrece una visualización precisa de las estructuras óseas y permite realizar reconstrucciones en 3D, que facilitan el estudio de la zona y la planificación de cirugías o tratamientos correctores.
Figura 1. Imágenes correspondientes a un felino macho de 2 meses, que presentó sintomatología neurológica tras un traumatismo craneoencefálico. En el estudio radiológico realizado por el veterinario de referencia no se habían encontrado lesiones evidentes.
A. La TC reveló la existencia de una fractura del ala del hueso basiesfenoides en la porción izquierda (flecha).
B. Con una ventana de contraste diferente que amplificó la señal de hemorragia, se observó una zona hiperdensa asociada (flecha), compatible con una hemorragia subaracnoidea aguda.
C. En la imagen en 3D, la fractura fue aun más evidente (flecha).
Figura 2. Imágenes correspondientes a un canino hembra de 4 meses, que quedó tetraparésica tras una caída de poca relevancia.
Vistas coronal (A), axial (B) y en 3D (C), en las que se ve una fractura del hueso occipital (flechas).
Figura 3. Imágenes correspondientes a un felino macho de 8 meses con dificultad para abrir la boca, el cual había sufrido una caída desde gran altura 1 mes antes.
A. En el estudio tomográfico se observó una fractura del cóndilo mandibular izquierdo con crecimiento anómalo de un callo óseo, que unía el arco cigomático con la rama mandibular izquierda (flecha).
B. En la rama mandibular derecha no hubo hallazgos patológicos.
A diferencia de otras técnicas de diagnóstico por imágenes, se destaca por su sensibilidad para identificar lesiones intracraneanas. Éstas incluyen malformaciones genéticas, como hidrocefalia, quistes cuadrigéminos, herniación cerebral y cerebelar y displasia occipital, así como afecciones del parénquima cerebral, como neoplasias, procesos infecciosos o inflamatorios hemorragias e incluso accidentes cerebrovasculares. No obstante, en muchas ocasiones, resulta necesaria la inyección intravenosa de contraste para la visualización de dichas lesiones (Figs. 4 a 6).
Figura 4. Imagen correspon-diente a un canino hembra de 5 años con antecedentes de incoordinación de 4 meses de evolución, con empeoramiento progresivo. En el examen neu-rológico se observaron alteración del estado mental, con reacciones inapropiadas, hipermetría de las extremidades anteriores, inclinación de la cabeza hacia la derecha, marcha en círculos hacia la izquierda, pérdida de propiocepción en las extremidades del lado derecho y déficits visuales del mismo lado. La TC reveló atenuación disminuida en varias zonas de diversa extensión del parénquima cerebral, ventriculomegalia asimétrica y ausencia de captación del contraste, sin efecto de masa (flechas). Los hallazgos se consideraron compatibles con un proceso inflamatorio multifocal y, en particular, con una meningoencefalitis necrotizante.
Figura 5. Imágenes correspondientes a un canino macho de 9 años con alteraciones ocu-lares, incoordinación y ataxia de varios días de evolución.
La TC identificó una masa con elevada captación de contraste (inapreciable en las imágenes precontraste) en la región de-recha del encéfalo (flecha). Las características de esta masa se consideraron compatibles con una neoplasia. Vistas axial (A), sagital (B) y coronal (C).
Figura 6. Imágenes correspondientes a un canino macho de 5 años que había presentado varios cuadros convulsivos en los días previos.
A. La TC detectó venticulomegalia, así como una estructura líquida con igual atenuación que el ventrículo lateral, localizada entre el lóbulo occipital y el cerebelo, que se elevaba del tentorio cerebelar de forma muy marcada (flecha).
B. Había comunicación entre el sistema ventricular y el quiste (flecha).
C. Estas características se consideraron compatibles con un quiste cuadrigémino (vista coronal, (flecha).
También se ha documentado su gran sensibilidad para el diagnóstico de procesos infecciosos inflamatorios y tumorales extracraneanos, como los que pueden afectar los oí-dos medio e interno, la cavidad nasal, los senos paranasales y la zona periorbitaria (Figs. 7 a 10).
Figura 7. Imágenes correspondientes a un canino hembra de 8 años con epistaxis unilateral.
A. La TC mostró la ocupación casi total de la fosa nasal izquierda por parte de una masa de tejidos blandos, que además afectaba el seno frontal ipsilateral (flecha).
B y C. Los cornetes y el laberinto etmoidal presentaban gran destrucción. La masa también invadía la nasofaringe (flechas).
D y E. El hueso palatino y la órbita tenían leve osteólisis (flechas). Debido a la invasión de estructuras adyacentes y la afección unilateral, la masa se consideró compatible con una neoplasia maligna, pero este diagnóstico debe ser confirmado mediante histopatología.
Figura 8. Imagen correspondiente a un canino hembra de 1 año con sintomatología de disfunción vestibular de varias semanas de evolución. En el estudio tomográfico se observó un evidente engrosamiento con de-formación de las estructuras óseas de los oídos medio e interno del lado izquierdo. De ese mismo lado se apreció una dilatación muy marcada de la bulla timpánica con erosión de la pared medial, y comunicación con la cavidad craneal (flecha). Estos hallazgos se consideraron compatibles con un colesteatoma.
Figura 9. Imágenes correspondientes a un lagomorfo macho de 2 años con antecedentes de conjuntivitis y dacriocistitis, que no respondían al tratamiento convencional. Se sospechó de maloclusión que provocaba obstrucción del conducto nasolacrimal.
A y B. En las imágenes tomográficas se pudo ver una masa con atenuación intermedia, compatible con cáseum, que ocupaba la región retrobulbar derecha, desde la raíz del último molar hasta la raíz del segundo premolar. No se apreció osteólisis en el arco cigomático ni en el hueso orbitario (flechas). Estas características sugirieron la presencia de un absceso retrobulbar en la región descrita, con origen en una maloclusión, que afectaba la raíz del último molar derecho y, consecuentemente, obstruía el conducto nasolacrimal y provocaba dacriocistitis crónica.